Poner límites, ¡Sin drama!

“Una mente disciplinada conduce a la felicidad,
una indisciplinada al sufrimiento.”
— Dalái Lama

Por Clara Inés King, Psicóloga, Mg en Educación

Los límites son esenciales para el desarrollo cerebral del niño. Existe una región del cerebro dedicada al establecimiento de límites, hacerlos valer, y ayudar a las personas a tolerar la frustración que conlleva su cumplimiento. Esta región permite regular los disgustos, respetar los límites impuestos por otras personas y por la sociedad misma, respetar las normas y planear para alcanzar las metas que se proponga.

En el proceso educativo, los límites son un tema muy controvertido. Hay quienes abogan para que éstos y las normas se reduzcan a su más mínima expresión, y quienes consideran que deben imponerse. En mi experiencia, he visto el resultado de ambas expresiones, razón por la cual considero que imponer los límites y que el niño los conozca y respete lo convierten en un ser feliz.

Un caso real: Juanito

Juanito era un niño de 12 años. Él tenía un rito con su madre: siempre que iban al centro comercial, ella le tenía que comprar un juguete. Al comienzo, era un juguete barato, pero con el tiempo fue aumentando el valor de lo que compraba.

Ese día se parecía a otros: llegaba pensando qué juguete nuevo habría, pues ya los tenía casi todos. De repente, vio una serie de aparatos que llamaron su atención: ¡ese era! ¿Para qué? Ya lo sabría… Obviamente no lo necesitaba, pero tenía que cumplir su ritual.

Se acercó a curiosear y preguntó qué era. El dependiente le contestó que era un telescopio. Juanito se tornó alegre.

—¿Cuánto vale?
—15 millones de pesos.
—¡Perfecto! ¡Eso lo necesitaba!

Se acercó a su mamá, quien estaba haciendo las compras, y le dijo:

—Ya sé qué me vas a comprar hoy: ¡un telescopio!

La mamá, un poco sorprendida, se acercó al dependiente y le preguntó por el valor. Este le dijo que costaba 5 millones.

—¡No! —dijo la mamá—. No te lo puedo comprar, vale 5 millones.

Entonces el niño empezó a rogarle. Como no podía convencerla, fue paulatinamente aumentando su exigencia hasta que, finalmente, se tiró al piso, como en un ataque, vociferando que lo quería.

Al minuto, se acercaron personas, cada una con su opinión:

Y así fueron pasando los minutos. La mamá no lo podía convencer. El niño lloraba, le suplicaba… y nada.

¿Qué errores cometió la madre?

En este ejemplo vemos que la mamá había cometido una serie de errores, y los venía cometiendo desde que el niño era muy pequeño. Veámoslos:

1. Falta de valoración de las cosas

Cuando todo se obtiene sin esfuerzo ni deseo, los niños no aprenden a valorar lo que tienen. Todo pierde significado y desarrollan una mentalidad de “todo me lo merezco”, sin comprender el esfuerzo que hay detrás.

2. Poca tolerancia a la frustración

Si siempre obtienen lo que quieren, no aprenden a manejar el “no”. Esto afecta su capacidad para enfrentar límites, decepciones o frustraciones en la vida adulta.

3. Desconexión del deseo real

Si les compran cosas que ni siquiera han deseado, se les priva del proceso de imaginar, esperar o esforzarse por algo. Esto puede generar apatía, aburrimiento constante o incapacidad para identificar lo que realmente les gusta o motiva.

4. Desarrollo de actitudes consumistas

Aprenden que la solución a todo es comprar. Esto fomenta el materialismo y puede derivar en problemas como la dependencia del consumo para sentirse bien emocionalmente.

5. Problemas de autoestima

Paradójicamente, los niños que reciben todo pueden desarrollar una autoestima frágil. Al no haber experimentado el logro personal, su valor propio se asocia con tener cosas, no con ser capaces o valiosos por sí mismos.

6. Dificultades en la convivencia

Se acostumbran a que el mundo gire en torno a ellos. Esto puede dificultar su adaptación en contextos sociales como la escuela y, más tarde, en el trabajo, donde hay normas, turnos, frustraciones y límites.

7. Débil sentido de la responsabilidad

Si todo se da sin requerir esfuerzo, el niño no desarrolla responsabilidad ni autonomía. No siente la necesidad de cuidar sus cosas ni de contribuir en casa, en sus deberes o en la sociedad.