Tres nuevas formas de pensar y actuar
Por Clara Inés King, Psicóloga, Mg en Educación
Un comienzo... Los siguientes principios te resultarán alentadores y te ayudarán. Después de todo, se basan en la competencia que sabemos que tienes. Adóptalos y pueden transformarte en el tipo de madre o padre que siempre has sido capaz de ser.
Conoce tus prioridades
Cuando un niño es oposicionista o desafiante, es fácil perder el día en una serie de batallas interminables. Cuanto más se resista un niño a tu autoridad, a tu sabiduría, a tus peticiones y a tus órdenes, más importante será ganar cada discusión.
Antes de que te des cuenta, estarás exigiéndole a tu hijo cosas que en realidad no importan en absoluto, solo por la satisfacción de un cumplimiento y una conquista ocasional.
En este momento, no esperaría que pudieras detenerte en medio de cada lucha acalorada para preguntarte si estás luchando por lo importante o por lo trivial. Esa habilidad vendrá con el tiempo y la práctica con un programa.
Sin embargo, te sugiero que cuando tengas un momento de calma, te sientes y hagas una lista de tus prioridades para cambiar en tu hijo y en la relación que tienen los dos.
¿Qué es lo más importante?
- ¿Un mejor rendimiento escolar?
- ¿Un mejor comportamiento en público?
- ¿Una mejor interacción social con sus hermanos?
- ¿Completar las tareas necesarias, como las tareas domésticas, el aseo y los deberes?
- ¿Una disminución de la agresividad hacia los demás?
- ¿Recuperar los momentos cálidos entre tú y tu hijo?
Si diriges tu mayor esfuerzo a tus prioridades principales, los éxitos iniciales en esas áreas te proporcionarán el mayor incentivo para seguir con el buen trabajo. También te estarás enseñando a no preocuparte por las cosas pequeñas.
De la misma manera, analiza tu propia vida.
¿Qué es lo que tiene prioridad en este momento?
- ¿Tu profesión?
- ¿Las tareas del hogar?
- ¿El cuidado de los niños?
- ¿El cuidado de los padres?
- ¿Los compromisos voluntarios?
- ¿La vida social?
Sé honesto contigo mismo. Una lista basada en cosas que debes hacer no le servirá a nadie. Cancelar las cenas fuera de casa que te dan un respiro y te devuelven el sentido del humor para poder "trabajar en el problema con Santiago" será contraproducente.
Regodearte en la culpa por tus largas jornadas de trabajo, que "deben ser la razón por la que Santiago actúa como lo hace", no resuelve el problema.
Si sabes que tu trabajo es primordial, por necesidad o por deseo, puedes buscar soluciones prácticas a la falta de tiempo o al menos diseñar una estrategia de gestión de los niños que acepte esta circunstancia como inevitable.
Actúa, no reacciones
Esto es difícil, lo sé. Los padres de niños saben muy bien lo difícil que puede ser romper el círculo vicioso en el que las pequeñas peticiones se convierten en grandes enfrentamientos.
Por ahora, piensa en la iniciativa y la elección. En realidad, no estás a merced de tu hijo. La forma en que interactúes con tu hijo en cualquier encuentro individual es tu elección.
La mejor manera de tomar la iniciativa hacia el cambio es tener un plan sobre cómo actuarás en el futuro. La forma en que actúe tu hijo dependerá de ello.
Actúa, no hables de más
El psicólogo Goldstain, PhD, dice:
"Cuanto más intento razonar con él, más se aferra a sus principios".
¿Te suena familiar?
Esta es una de las consecuencias más desmoralizadoras de la rebeldía para muchos padres. La negativa del niño a "escuchar razones" destruye la confianza de los padres en sus poderes de persuasión lógica.
Es muy difícil lograr que un niño de doce años vea las cosas a tu manera, ¿no es así? Por supuesto que no tiene nada que ver con tu inteligencia (¿o la del niño?), es solo que los niños desafiantes responden mucho más fácilmente a las acciones de un adulto que a imponer consecuencias habladas.
Ejemplo: Santiago desestimará el argumento "innegable" de la mamá que le dice que todos los niños tienen que dormir lo suficiente, que es demasiado tarde para jugar al fútbol, que si él no se va a la cama ahora, ella se enojará. Es irrelevante para su objetivo inmediato: posponer el tiempo de juego.
Apaga la luz y dile que obtendrá cinco "besos de recompensa" si está listo para dormir en cinco minutos. Esta situación lo pone en movimiento porque no puede jugar en la oscuridad y encuentra atractiva la posible recompensa.
Trata de ver las cosas desde el punto de vista del niño
Es duro. Intenta ver las cosas a la manera del niño. Es difícil ver algo que no sea rojo cuando te enfrentas a una resistencia implacable.
Por lo tanto, es útil tener en cuenta que tu hijo se comporta como es él porque en realidad no puede ver las cosas como tú las ves.
Sí, Santiago sabe que el baño es un hecho de la vida, pero su cableado interno le dice que siga haciendo lo que está haciendo, de divertirse ahora. Su temperamento le dice que continúe. Se pone furioso cuando le dices que pare.
Si puedes recordar lo que lo motiva, no serás tan rápido para reprocharle estas transgresiones. Un poco de comprensión ayudará mucho a aliviar la tensión entre ustedes y a volver a un camino de cooperación total.
Por cierto, ver las cosas a la manera del niño no significa ceder ante él. Significa tener en cuenta que la perspectiva del niño es muy estrecha, centrada en el aquí y ahora de la situación, y en posponer lo que no le gusta hacer, mientras se cumple con lo que se le pide.
Mantén la distancia
Seguro que has visto esas peleas de dibujos animados en las que un gato y un perro se disuelven en una bola de polvo y pelo que gira. Ni siquiera puedes reconocer a los animales individuales en la pelea.
Esto también te puede pasar a ti y a tu hijo. Después de un tiempo, ya no son personas distintas, sino una gran máquina de pelea.
Recuerda que cada uno puede actuar de forma autónoma; no tienes que reaccionar a los botones que el otro presiona.
Recordar vuestra separación también evita que te castigues por cada pequeña cosa que hace tu hijo. Eres el padre del niño, no su alter ego. Por último, un poco de espacio físico y emocional cuando sea necesario puede mantener a todos más tranquilos.
Los principios detrás de un mejor comportamiento
Debido a que el desafío es un problema de conducta, su manejo siempre requerirá una respuesta. Estos principios siempre deben ser la piedra angular de cómo tratas un incidente individual, cómo fomentas el buen comportamiento a largo plazo y cómo minimizas el mal comportamiento inevitable. También te servirán para adaptar todo lo que aprendas a tus otros hijos.
Las consecuencias de las conductas buenas o malas tienen que ser inmediatas.
Desafortunadamente, una de las cosas que te llevó a donde estás hoy fue darle inadvertidamente al niño lo que más quería: posponer el cumplimiento de tu pedido. Cada vez que repites tus órdenes cuatro o cinco veces antes de tomar cualquier acción ante la desobediencia del niño, él ha ganado terreno al menos temporalmente. Recuerda, al niño realmente no le importa que eventualmente haya tenido que hacer lo que querías... cada vez que gana terreno refuerza en su cabeza que sus tácticas de demora o resistencia funcionan, aunque sea solo temporalmente.
Por extensión, si el niño tiene que repetir el buen comportamiento varias veces antes de que tú lo notes, no desperdiciará su energía la próxima vez.
Las consecuencias deben ser específicas.
Los niños aprenden a comportarse en función de tus comentarios. Si reaccionas ante los golpes que Santiago le da a su hermano o cuando dice palabrotas a su padre diciéndole simplemente "eres un niño muy malo", él nunca entenderá exactamente qué provocó tu desaprobación, y puedes estar seguro de que repetirá todas esas conductas negativas.
Cualquier respuesta amplia, dirigida al niño en su totalidad, a su integridad personal ("¿Cómo puedes ser tan astuto?") o al comportamiento general del niño ("¿Por qué siempre actúas tan estúpido?") solo lo confundirá y desmoralizará.
Recuerda que no es el niño lo que es indeseable, sino formas muy específicas de su comportamiento.